CARTA CON
POSDATA
Querido hermano Octaviano:
- Como bien sabes que te considero mi segundo padre y como yo no he podido
ir a San Luis ni tu has venido a México, quiero participarte
mediante esta carta que tienes a tus ordenes dos nuevos sobrinos.. Así
confirmaras lo que una vez me dijiste, que escribo cartas como respiro.
Mi balance final será voluminoso: 6,247 cartas al clero y 447
a familiares; además de 65 mil paginas de manuscritos.
Lupe nació el 11 de febrero de 1898. Yo le había pedido
al señor que fuera mujer y morenita para ponerle el nombre de
la Virgen de Guadalupe; que antojos, el señor me lo concedió.
Y aunque le había ofrecido el sacrificio de no besar a mis hijos
para que todos mis besos fueran para El, no pude contener la ternura
de mi corazón de madre y me desborde llenándola de besos.
A los dos días de nacida, la bautizó en el Sagrario Metropolitaño,
el padre Alzola que ha sido siempre tan bondadoso conmigo. Quede tan
enferma, que tuve miedo de morir. Fueron cuatro meses largos de convalecencia
en que no pude leer, escribir ni hacer nada; buscamos una nodriza que
alimentara a la niña.
Casi al año justo, el 20 de febrero de 1899, llego Pedrito, el
benjamín, que es el juguete preferido de mis hijos; lo traen
como pelota pasando sin cesar de mano en mano con peligro
de que vaya a rebotar. Oh, si este niño llegara algún
día a ser útil a la Iglesia de Dios. Me puse muy mala
después que el nació, primero flebitis en ambas piernas,
luego apendicitis. Recibí el Viático en medio de la tristeza
de los niños. Yo no me atrevía a pedir a Dios la salud.
Vámonos, Señor, vámonos si tú quieres. Pero
El me trajo otra vez a la vida.
Este año de 1900, Conchita estuvo enferma de una fiebre tifoidea
que la postro en cama más de 40 días, aunque siempre tan apacible
y dulce. Como se agravó al grado de temer por su vida, le administraron
los sacramentos y así recibió como Viático la Primera
Comunión.
Yo aproveche ese tiempo en que no me desprendía de la cama de
mi hija para escribir un "Tratado de las virtudes" que acabe
en 37 días, luego escribí otro sobre los "Dones del
espíritu Santo", el "Tratado de Los vicios" y
un tratadito sobre las tentaciones que suman en total mil paginas. Un
día te voy a prestar estas hojas para que las leas, que al fin
y al cabo tú dices que mi letra es muy clara. ahí clasifico
mas de 200 virtudes con sus vicios opuestos.
Y a propósito, ¿sigues guardando tu promesa de no comer
dulces en toda tu vida? Porque sin la cruz no puede existir ninguna
virtud.
Que el espíritu Santo te llene con su amor. Salúdame mucho
a La Compañía y a San Juan de Dios. Tu hermana, Concha.
Posdata. A Octaviano no puedo contar todo lo demás que
sucedió en este tiempo.
Recuerdo que por junio de 1898, sentí un amor hacia la Iglesia
como no lo había sentido antes y una intensa valentía
por defenderla hasta con mi sangre. Que dicha ser hija de tan cariñosa
madre. Oh, si entendieran todos los sacerdotes su sagrada misión
y no tuvieran mas pensamiento que la perfección de su ministerio.
Pena me da decirlo y mas ver como algunos sacerdotes tratan al Santísimo
Sacramento cuando dan la comunión. Ay, Dios mío, si serán
los primeros que te crucifiquen. Suscita sacerdotes santos que entiendan
su vocación.
Entonces el señor me dijo: sacrifícate por la Iglesia.
A mí como me daba vergüenza por no servir para nada, me
parecía que esto podría ser jactancia, orgullo. Quiero
que seas victima por la Iglesia; ella es purísima y no se puede
manchar, pero sus hijos si pueden mancharse y se manchan desgraciadamente.
Muchas almas consagradas a Mi punzan mi corazón. La Iglesia necesita
victimas. Déjate hacer, que es un regalo con que tu obsequio.
Y de pronto, la cruz. El señor Ibarra se mantenía a distancia
de las Obras por la falta de entendimiento del padre Mir. Yo no podía
hacer mas que invitarlos a que se unieran y juntos impulsaran el Apostolado de la Cruz y el Oasis.
En 1895, el señor Ibarra había fundado en Chilapa el Instituto
de Misioneros Guadalupanos donde se prepararían los sacerdotes
que evangelizaran y civilizaran a los numerosos indígenas de
su diócesis. Al año siguiente, obtuvo del General de la
Compañía de Jesús, que era el padre Luis Martín,
la autorización para que el padre Mir formara a los seminaristas
del naciente Instituto, que entonces se albergaba en el Colegio de San
Joaquín, cerca de la ciudad de México.
Pero el padre Mir descuidaba la atención de los futuros misioneros
y aun en asuntos importantes actuaba sin consultar al señor obispo.
Y en cuanto a la formación de las Religiosas de la Cruz, disponía
a su arbitrio, cambiaba superioras, castigaba o despedía a las
religiosas que no estaban de acuerdo con el. Cuando el señor
Ibarra le llamaba la atención, el padre Mir no lo atendía.
Yo siempre había creído que era voluntad de Dios que la
Compañía de Jesús tomara como suyo el Apostolado
de la Cruz, así por la influencia de mi director que era jesuita,
como por el celo con que la Compañía honraba al corazón
de Jesús, que es uno de los fines del Apostolado de la Cruz.
Pero todas las tentativas que se hablan realizado ante el padre general,
habían resultado infructuosas.
- Padre Alzola, vengo a suplicarle que insista de nuevo.
- No dudo del origen divino del Apostolado de la Cruz, me contesto el
padre. Pero seria conveniente que algunas personas imparciales examinaran
el espíritu de usted y emitieran su opinión para mostrar
esos juicios al padre general.
La sangre se me agolpaba en la cara. ¿Como iba yo a descubrir
mi alma? Si eso sirve para la gloria de Dios, que se haga su voluntad.
En largas y minuciosas entrevistas, me examinaron sucesivamente el padre
Idelfonso del Moral, visitador de los Padre Paulinos; el padre Melé,
provincial de los Claretianos y los padres jesuitas Jesús Soler
y Saturnino Carrera. Todos coincidieron en afirmar que mi espíritu
era de Dios, que el Apostolado de la Cruz era un medio eficaz para la
santificación de los fieles y que debía acudir con quien
era la cabeza, el arzobispo de México, Don Prospero María
Alarcón.
El 23 de octubre de 1900 fui a verlo, sudando y temblando. Me recibió
en cama, pues estaba delicado de salud. Lo encontré predispuesto
contra el Apostolado de la Cruz y contra este pobre estropajo por los
informes desfavorables que había recibido del señor obispo
Montes de Oca. Sufrí algunos reproches y humillaciones.
- Vuelva usted dentro de ocho o diez días, hablare con los padres
jesuitas y leeré la "Historia del Apostolado de la Cruz"
que usted ha escrito.
Volví dos veces mas. El señor arzobispo quiso que yo misma
leyera la Historia. Se conmovía, suspiraba, en ratos a mi se
me atoraba la voz por la emoción. Me hizo muchas preguntas, sobre
todo de las penitencias que hago. Me arrodille para que me bendijera.
- Si, hija mía, ruegue mucho por mi.
- Yo a mi vez le pido que ampare como un padre a las Obras de la Cruz,
le ofrezco tomar sobre mi su alma.
León XIII había declarado Año Santo el de 1900,
por ser el último del siglo. Los obispos mexicanos se apresuraron
a organizar una peregrinación a Roma que estuviera presente en
la solemne Clausura que se efectuaría el 24 de diciembre, conforme
nombraron al señor Ibarra director y conductor de la peregrinación.
A su regreso de Roma, me confió que había pedido al Santo
Padre que extendiera el Apostolado de la Cruz fuera de la República
Mexicana, a todo el mundo. El Papa se mostró bien dispuesto,
siempre que otros obispos así lo solicitaran. En cambio, el padre
general de los
jesuitas se opuso rotundamente a que la Compañía tomara
como suyo el Apostolado de la Cruz y a que siguiera ayudando a la formación
de los Misioneros
Guadalupanos. Dios tiene sus caminos.
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