EL ULTIMO
CAPITULO GENERAL
Estamos en octubre. Exámenes finales. Afanes, sobresaltos y
esperanzas. Pero hay algo más importante que todo esto. En
este mes se va a celebrar el segundo Capitulo General de la Congregación.
Los Padres Capitulares están citados para el domingo 10 en
la ciudad de México. El lunes 11 empezara' el Retiro preparatorio
a las sesiones. El P. Benedicto, nuestro Superior, es Capitular. Todos
los días sale temprano del Calvario para dirigirse a la Iglesia
de San Felipe de Jesús, en México. Ahí, en la
preciosa Capilla de la Inmaculada, anexa al templo, se celebrara'
el Capitulo.
Los Apostólicos vivimos intensamente los acontecimientos de
la Congregación. No es -no puede ser- que conozcamos con profundidad
los problemas y las situaciones. Pero la Congregación es nuestra
familia. La otra, sin dejar de amarla, la hemos dejado por Cristo.
Por eso todo lo que pasa en la Congregación, nos afecta profundamente.
Hay ambiente de oración expectante, como en los días
del cenáculo, con María, la Madre de Jesús.
Por razón de la delicada salud de Nuestro Padre, la primera
sesión se retrasa hasta el domingo 17. Pronto supimos el resultado
de las elecciones: Nuestro Padre había sido elegido nuevamente
como Superior General.
Había nuevos Consejeros, pero lo esencial era que Nuestro Padre
seguía al frente. Cuando el P. Benedicto nos contó sus impresiones, supimos, con momentánea sorpresa,
que había sido elegido por unanimidad de votos, menos uno...
¡el suyo, por supuesto!
PUEDE MÁS
EL AMOR
En 1937 se ha trabajado fuerte. El P. Benedicto forjado por el P.
Félix a su imagen v semejanza, conjugaba la dulzura y la energía
que debe tener todo Padre. Contaba con un magnifico colegio de colaboradores:
padres jóvenes venidos de Roma, otros más, formados
en México y algunos fervorosos hermanos estudiantes.
Todos ellos crearon
un ambiente de exigencia y de trabajo, no menos que de entrañable
piedad.
Estamos al final de la jornada. Como en años anteriores, después
de los exámenes, se prepara la Distribución de Premios.
Además de los coros, se preparo la ejecución del "Vals
Brillante" en La bemol mayor, de Moritz Moszkowski, en un arreglo
para dos pianos, ocho manos. Asombrados
estábamos, Antonio Alatorre, Pedro Motilla, Manuel Castillo
y el que esto escribe, aporreando los pianos para conseguir, primero,
la ejecución personal, luego por parejas y finalmente
la coordinación de los cuatro ejecutantes.
¡Que bien suena ya! Verdaderamente es brillante, así,
este vals!
31 de Octubre, fiesta de Nuestro Señor Jesucristo, Rey. Por
la mañana, la celebración litúrgica entrañable.
Por la tarde, nos dirigimos al salón de actos de la Parroquia
de San Miguel en Tacubaya.
Allá acude también Nuestro Padre, con sus compañeros
ya inseparables, el P. Edmundo y el Hno. Agustín Lira. Ese
octubre ha sido crucificante para Nuestro Padre. Lo ha pasado entre
los afanes del Capitulo y los ataques de serias enfermedades, que
lo han llevado al Hospital Francés.
Pero puede mas el amor de Padre y ahí esta ya, con "los
mas pequeños de sus hijos". Ocupa su lugar en el escenario,
para presidir, con los demás Padres, la fiesta de los premios.
Se lee el informe del Año Escolar. Lo hace el P. Benedicto,
Superior de la Escuela Apostólica, con su bien timbrada voz.
"Ved, aquel es mi rincón". Poética composición
para coro del insigne P. Velázquez, de Querétaro. Nos
dirige en la ejecución el P. Jesús Mª Padilla.
Llega el momento crítico de la lectura de notas. Nos vamos
levantando para escucharlas, con temor y temblor, que desaparecen
cuando nos acercamos a Nuestro Padre para recibir de sus manos la
constancia de ellas, en una tarjeta.
Llega la hora del "Vals Brillante". ¡Que gusto da
tocar ante Nuestro Padre! Solo por eso valió la pena el esfuerzo.
Y Nuestro Padre habrá sonreído al escuchar a sus pequeños
artistas. Y miraba hacia el futuro... "el arte de las artes es
la dirección de las almas".
Llega ya la hora de entregar los premios. Se anuncian en voz alta
y hay un nuevo desfile de apostólicos ante Nuestro Padre, que
los recibe sonriente y ayudado de los demás Padres, va colocando
las medallas sobre el hábito de sus pequeños Misioneros,
les entrega sus libros y diplomas y les dice una palabra de cariño.
Y uno bajaba radiante, porque los premios, sin cariño, nada
valen, pero envueltos en el de Nuestro Padre que colmada recompensa,
¡que dadiva perdurable!
Saboreando nuestra felicidad, no podíamos pensar ni se nos
podía ocurrir que Nuestro Padre pudiera irse de este mundo.
¡Si tenia que vernos subir al Altar!
¿Como íbamos
a arreglárnoslas sin el? No ¡ni pensarlo!
Pero el Padre Félix sabía que pronto iba a partir. Más
¿para que decirlo? Su misión era sonreír hasta
el fin y alentar a sus hijos.
Y aquel año, también, la distribución de premios
fue distribución de amor y de sonrisas...
Al regresar a casa, los chicos a Coapa y los grandes al Calvario,
corrimos a depositar, a los pies de nuestra respectiva Inmaculada,
las medallas y bandas y premios de aquella jornada.
Y Ella también, la Inmaculada, sonreía...
VACACIONES
AVENTURERAS...
No se si por temores de persecución o por arranques aventureros,
nos fuimos de vacaciones a un lugar remontado en la sierra, llamado
Santa Ana Xilotzingo. Se llegaba en autobús hasta un punto:
La Colmena. Ahí se apeaba uno para continuar en una especie
de autovia y cuando este terminaba, había
que seguir un buen trecho a pie. El señor Cura de ese y otros
varios caseríos de alrededor nos presto una casa anexa a la
Iglesia.
El lugar era, en verdad, esplendido. "Bosques y espesuras, cristalinas
fuentes, música callada en la soledad sonora", purísima
luz y un cielo admirablemente azul.
Hicimos excursiones inolvidables por toda aquella serranía.
Tampoco faltaba el deporte, aunque para jugar fútbol, teníamos
que subir las montañas. Había ahí un campo de
fútbol: insólito estadio cuyas tribunas eran las laderas
de los montes, con millares de abetos como ingentes y mudos espectadores.
En la Apostólica había un estupendo equipo de fútbol.
Se concertó pues, un "reto" con los jugadores del
lugar. La fecha señalada fue, precisamente, el 20 de Noviembre.
Acudimos todos, efectivamente, al partido. El día era esplendido,
el sitio extraordinario y el reto digno de nuestro interés,
y sin embargo, nuestros pensamientos y nuestros corazones estaban
en otro sitio muy lejano.
Era el Santo de Nuestro Padre, y esta vez, no estábamos con
el. Nos habían llegado además noticias inquietantes:
El Padre Edmundo, que celebraba también su onomástico
en esa fecha, había sido operado y se encontraba en grave estado.
Nuestro Padre, no se separaba de el.
Había, pues, razón, para aquella añoranza en
los corazones y aquella preocupación en los rostros, una y
otra acentuadas por la lejanía.
Se comenta, se conjetura... Termina el partido y regresamos a casa.
Allá, en México, en el Hospital Francés, Nuestro
Padre está junto a la cama de un hijo predilecto. Otros hijos
lo acompañan, pero se le habrá escapado la pregunta:
"Y los Apostólicos, ¿Donde están?...”
NUESTRO PADRE
NOS LLAMA
Incertidumbre en los días siguientes.
El frío se hace intenso. El agua se congela por las mañanas
y empiezan a escasear los alimentos. El cocinero hace prodigios y
nos engaña lo mejor que puede con diferentes caldos. Empezamos
a pasar hambre y la situación se hace crítica.
A Nuestro Padre le
llegan noticias alarmantes. Entonces, atento siempre a todos sus hijos,
envía al P. Ángel Oñate, Vicario General, para
que nos haga una visita, vea la realidad y le informe.
El Padre Ángel llega a tiempo para predicarnos el retiro de
preparación para la fiesta mas intima de la Apostólica:
la Inmaculada Concepción de María.
Al mismo tiempo, ve y observa. Siempre lo supo hacer.
Resultado: Nuestro Padre nos mando llamar. Y, con nuevas aventuras,
volvimos hasta nuestro "rinconcito de Tlalpan querido".