ESCENA FAMILIAR
AQUEL
AÑO DE 1935, lo recuerdo sentado en el recibidor, rodeado de
los siete misionerillos en proyecto. El, narraba cuentos en francés.
Los chicos debíamos traducirlos, porque estudiábamos
el método que el había compuesto: El francés
aprendido en un mes. Hacíamos competencias sobre dicho método,
de manera que estábamos en condiciones de lucir nuestros conocimientos
ante Nuestro Padre.
Luego el, sonriendo, miraba a cada uno de sus hijos con aquella mirada
profunda y apacible como el cielo infinito, y seguía la "chorchita".
Se conversaba, se reía, y éramos todos felices.
ENTREVISTA
Otras veces, el P. Tarsicio, nos llevaba a verlo en su casa escondite,
por entonces, calle de Rosas Moreno. A mí me llegó mi
turno: ¡que felicidad!
Llegamos y el P. Tarsicio me dejo a solas con Nuestro Padre. Hablamos
de Dios, la vocación... no lo recuerdo con precisión,
pero Nuestro Padre tenía el sentido de Dios y el sentido de
la persona en el plan de Dios.
Anciano, agotado, enfermo, perseguido, con mil preocupaciones, no
creía que era perder el tiempo y las energías que se
le escapaban, concediendo una entrevista personal a un niño
de diez años, que era yo entonces.
Sabía sembrar. Sabia que Dios no mira edades para amar ni para
llamar, ni para santificar. Conocía perfectamente a su extraordinaria
compatriota, Teresita de Lisieux, que a los tres años conversaba
sobre los misterios divinos con su hermanita Celina y hacia pequeños
sacrificios. Y por eso aquel Santo anciano nos recibía, nos
atendía personalmente a cada uno.
En aquella ocasión, en medio de la entrevista, cruzó
por mi mente una idea, fruto en parte de la veneración profunda
hacia Nuestro Padre y en parte de mi vanidad infantil: ¿Por
que no confesarme con Nuestro Padre? ¡Que privilegio! porque
seguramente a ninguno de mis compañeros se le había
ocurrido. Yo seria el único privilegiado.
Le pedí pues, a Nuestro Padre, que me confesara. Como es natural,
Nuestro Padre accedió bondadosamente y oyó mi confesión.
Ahora pienso que hay vanidades buenas, porque esta me valió
una absolución llena de gracias y bendiciones, como la bendición
de los Patriarcas, y no dudo que aquella bendición haya sido
mi sostén en la vida y lo será, así lo espero,
para ser fiel a Dios hasta el momento supremo.
No, definitivamente no fue vanidad, fue inspiración del Espíritu
Santo ¡Bendito sea!
NUESTRO PADRE ME ESCRIBE
A mediados de año, el P. Tarsicio - cuanto le debo a mi buen
Padre - nos sugirió que escribiéramos una carta a Nuestro
Padre.
Yo - y creo que mis compañeros también - le pedí
que me regalara un ejemplar del librito Como es Jesús, que
había escrito recientemente Nuestra Madre, la sierva de Dios
Concepción Cabrera de Armida.
También para contestarnos personalmente, encontró tiempo
Nuestro Padre Félix. Su contestación dice así:
¡María mi Madre! Luis
México, 12 de Junio de 1935.
Muy amado hijo en Jesús:
Leí con mucho gusto su buena cartita del 8 de junio.
Gracias por sus oraciones.
Yo pido a Nuestro Señor que le conserve su hermosa vocación.
Espero irlos a ver muy pronto a Tlalpan.
Ame, con toda su alma, a la SaSa (sic) Virgen su Madre del cielo.
Todavía me queda un Como es Jesús y se lo regalo con
mucho gusto.
Su afmo. padre que lo bendice,
Félix de Jesús
M. S. S.
He aquí la carta que un hombre de 75 años, lleno del
Espíritu de consejo y de fortaleza, de ciencia y de piedad,
escribió en contestación a un apostólico de diez
años.
EN DIRECCION ESPIRITUAL
El 24 de marzo de 1935, escribía Nuestro Padre a sus hijos
de Roma: "Todo muy bien, gracias a Dios. Los repartidos en varios
grupos, contentos, muy buen espíritu, trabajadores, alegres.
Muy buena salud, a Dios gracias".
Y así era en verdad, se vivía en un clima de heroísmo,
y este clima es bueno para la salud del alma y del cuerpo.
Y el 21 de julio: "Ayer emprendí la visita de todas las
casas., (Son nueve) Un día entero en cada una". Efectivamente,
Nuestro Padre se presento un día en la casita de la calle de
Coapa, para hablar con cada uno de nosotros. Veo aun a Nuestro Padre,
sentado ante un gran escritorio - seria el del P. Tarsicio - hablando
conmigo.
Lleva Nuestro Padre unas hojas con el nombre de cada uno a su estilo:
letras grandes a dos tintas, en la parte superior. Luego un cuestionario:
¿Cuales son sus devociones preferidas?
¿En que ministerio le gustaría trabajar cuando sea sacerdote?
¿Salud? ¿Familia?
Lo que el solía preguntar a sus hijos.
Escuchaba y anotaba cuidadosamente las respuestas.
Aunque se tratara de unas personillas como nosotros, Nuestro Padre
nos hablaba "de usted", como se habrá visto en la
carta. No era estiramiento o cosa parecida... Era, simplemente, un
rasgo de su origen francos, habituado al vous. Y también, como
no, una expresión de su fina educación, de su respeto
a la persona humana, así fuera la de un niño y sobre
todo de su visión sobrenatural que le hacia ver en su interlocutor
un hijo de Dios.
Así pues, Nuestro Padre, nos llamo, como 61 decía, "en
dirección espiritual". Yo solo recuerdo una cosa: como
mis compañeros eran entusiastas de las misiones, yo, que no
iba a ser menos, le dije a Nuestro Padre que quería ser misionero.
De esta visita, que fue parte de un programa que se propuso, dejo
constancia Nuestro Padre en su carta a Roma de 25 de septiembre de
aquel accidentado, pero feliz año de 1935:
"Muy a pesar mío he dejado un poco mi correspondencia
con mis amados hijos de Roma por haber emprendido, hace un mes, la
visita (personal y larga) de cada una de las Casas. Acabo el lunes
próximo. .
Las casas son: -1) N., 2) Teólogos, 3) Filósofos, 4)
Curso Previo, 5) 1er. Año A; 6) 1er. Año B. 7) 2°
Año, 8) 3er. Año, 9) Auxiliares de los Seminarios, 10)
Hijas del Espíritu Santo (Hoy estoy en esta ultima)...
Ha sido un trabajo arduo, pero muy necesario, y doy gracias a Dios,
pues estoy muy contento".
N. es el Noviciado. Nuestro Padre menciona Curso
Previo y 1er. Año B. Se trata, creo yo, de un mismo grupo,
el nuestro, que recibía ambas denominaciones.
Aquí esta Nuestro Padre de cuerpo entero. Como el Buen Pastor,
conocía a todas sus ovejas y las llamaba por su nombre. Todos,
desde los Padres antiguos y los Superiores hasta los apostólicos
de doce y diez años, gozábamos de la atención
personal de Nuestro Padre. Así era él...