COMO
ES MARÍA
Conchita Armida, Nuestra Madre, había escrito en 1933, año
conmemorativo del decimonoveno centenario de nuestra Redención,
su precioso librito Cómo es Jesús, que Nuestro Padre
nos obsequio a los apostólicos, como queda referido.
Pronto empezó a circular el rumor de que el estaba escribiendo
a su vez Cómo es María. Lo esperábamos con ansias,
como es de suponerse.
"He ofrecido -decía- este trabajito a la S. S. Virgen
Nuestra Madre, en nombre de todos los Misioneros del Espíritu
Santo, para que así, todos y cada uno podamos contribuir a
hacer amar un poco mas a Nuestra Madre".
había dedicado las horas de soledad que pasaba escondido por
la persecución y aquellas otras dolorosas de sus enfermedades
o de sus insomnios, a redactar, con todo el cariño de su alma,
ese ferviente homenaje "A la Santísima Virgen María,
nuestra amantísima y amadísima Madre, en el XIX centenario
de su paso por la tierra".
Hubo de pasar bastante tiempo, entre la preparación del original
para la imprenta y el trabajo de impresión, obstaculizado por
una huelga y los problemas con que todo lo religioso tropezaba en
aquellos días.
Por fin, le anunciaron a Nuestro Padre que a fines de abril, le entregarían
la edición. ¡Estupenda coyuntura, en vísperas
del Mes de Mayo, dedicado a honrar con cariño desbordante a
la Madre del Cielo!
La edición constaría de dos mil ejemplares. Nuestro
Padre había pedido que se hicieran quinientos más, para
obsequiarlos a, sus hijos e hijas. No midió -pienso yo- ni
el considerable número de estos, ni su generosidad ilimitada,
ni sobre todo su amor apasionado, como el mismo solía calificarlo,
a la divina Madre de Jesús y nuestra.
Fueron,
pues, dos mil los ejemplares que regalo, con su correspondiente dedicatoria.
Aquel mes de Mayo estuvo perfumado con la lectura, personal y comunitaria,
de esas páginas tiernas, piadosas y sabias, que tan bien nos
dicen Como es? María, aunque su titulo definitivo no haya sido
este, sino: MARÍA. Su vida. Sus virtudes. Su culto.
LOS DIFICILES DOCE AÑOS
Andaba yo en los once años "entrados a doce", y la
crisis de la adolescencia no tardo en desatarse, violenta y dramática.
La situación llego a tales términos, que pensó
en abandonar la Escuela Apostólica. así se lo comunique
al P. Edmundo Iturbide, Vicario General, porque entonces los Superiores
Mayores -y el primero Nuestro Padre intervenían con frecuencia
en los asuntos personales hasta de los niños de la Apostólica.
El Padre Edmundo, más bien gigantesco y 'yo, hombrecillo en
proyecto, nos paseábamos frente a la casa, en el campo de Toriello,
hablando seriamente del asunto. -
Oh Señor y Padre mío: ¡Que importancia tiene para
Ti la decisión de un pobre niño! Un Obispo muy Santo
y muy nuestro, Mons. Martínez, decía que un alma es
una diócesis. Pues bien: para Ti, un alma es más que
el universo inanimado, con todas sus maravillas. Con ese interés,
con ese cariño me viste entonces, Padre Dios. Te daré
gracias y te bendeciré, por siempre jamás.
El Padre Edmundo me escuchó atentamente y luego me dijo: "Vamos
a hacer una novena al Espíritu Santo, antes de decidir tu asunto".
Yo acepte, desde luego, y comenzamos la novena. Aun esta sin terminar,
gracias a Dios.
No se volvió a hablar del asunto, porque, entre tanto, sucedió
alga inesperado.
Al Padre Gabriel, nuestro Superior, que, como se dijo, vivía
con nuestro grupo, le regalaron una imagen de Señor San José,
con el niño Jesús en sus brazos. El P. Gabriel nos dijo:
"Me regalaron una imagen de Señor San José. No
es muy artística, pero es muy milagrosa".
La imagen estaba guardada entonces en una habitación que, si
no recuerdo mal, hacia veces de sacristía.
Era el mes de septiembre. La Congregación Mariana organizó
una rifa para obtener fondos. El premio era un retrato de Nuestro
Padre, de regular tamaño, con su marco de madera, preciosamente
labrado. Yo compre dos o tres boletos, me fui a donde San José
y se los puse en su mano.
Llegó la fecha de la rifa, 27 de septiembre de 1936. Hubo una
fiesta, en el gran salón que servia habitualmente de Capilla.
en medio de la fiesta se verificó la rifa,
¡Y me saque
el retrato de Nuestro Padre!
Entonces mi buen Padre espiritual, el P. Agustín
Álvarez, que conocía mi situación personal, ni
tardo ni perezoso me dice:
- "Te voy a llevar con Nuestro Padre, para que te dedique el retrato".
Nuestro Padre vivía entonces con el P. Edmundo y el Hno. Agustín
Lira, que velaba por el de día y de noche, en la calle de Patriotismo,
en Tacubaya. Existe la casa, casi igual que en vida de Nuestro Padre
y esta contigua a la Iglesia de San José: una Iglesia nueva,
grande, decorosa, y imprecisamente de San José!
Siempre se las ha arreglado el Santo Patriarca para
hacer virar la barquilla de mi vida hacia los rumbos de Dios, ya sean
Belén, Egipto, Nazareth, o ... el Calvario.
Con que nos fuimos el peré Guty y yo a ver a Nuestro Padre.
Me parece mirarlo frente a su mesa de trabajo, espacioso y mudo
testigo de tantas alegrías y tantas penas, sentado en su sillón
afelpado.
Le confié mi problema vocacional. El me escuchó con
aquella atención que era cariño de padre. Luego me dijo
palabras de aliento de esas "que convencían" y me
dedicó el hermoso retrato.
Y, en aquel día se salvo una vocación que casi había
naufragado...