"AÑO
NUEVO, VIDA NUEVA"
Nuevo curso: 39 de Latín. Nueva casa: calle del Calvario N°
28. Nuevo Superior: Padre Benedicto Plasencia. Y nuevas, cotidianas,
abundantes gracias de nuestro Padre DIOS.
Los Apostólicos nos habíamos concentrado en dos casas:
la de Coapa y la del Calvario. En Coapa estaban los "chicos",
es decir, el grupo de 14 de Latín. En el Calvario estábamos
los "grandes", o sea, 2°, 39 y 49 cursos. Y empezaron
las clases. Se trabajaba en serio, porque Nuestro Padre había
puesto un excelente equipo de Padres y Hermanos en la Apostólica.
Puestos en la forja, vivimos contentos, porque se nos labra, y cada
día que pasa somos más hombres y más cristianos,
para un día ser SACERDOTES Y MISIONEROS DEL ESPIRITU SANTO.
AZUCENAS,
EN EL CORTEJO DE LA MADRE
Llega el 3 de marzo de 1937, fecha trascendental. Desde temprano,
al levantarnos, recibimos la gloriosa noticia: la Sra. Doña.
Ma. Concepción Cabrera de Armida, inspiradora de las Obras
de la Cruz, ha pasado de la Cruz a la Luz.
Todos, en la intimidad y con discreción,
pero sin titubeos, la llamamos Nuestra Madre. Porque es el mismo Padre Félix, Nuestro Padre, quien nos enseña
que debemos hacerlo, razonando, además, a fondo, su enseñanza.
Lo hizo en carta dirigida a la M.R.M. Manuela Cacho, Superiora General
de Nuestras Hermanas, las Religiosas de la Cruz, el 14 de enero de
1934, carta que dio a conocer también a sus hijos. Es para nosotros testimonio y testamento. Y espontáneamente se acuerda uno del Doctor Místico,
San Juan de la Cruz, cuando llama a Teresa de Jesús, con veneración
y ternura "Nuestra Madre'
: "...la bienaventurada Teresa
de Jesús, nuestra Madre, dejo escritas de estas cosas de espíritu
admirablemente..." Conchita nos deja sesenta y seis tomos de
su diario espiritual, más otros incontables escritos, todos
de una frescura y hondura sorprendentes.
Nosotros conocemos suficientemente este y los demás motivos
de Nuestro Padre para llamarla "Nuestra Madre". Por eso,
aunque de poca edad y juicio, percibimos fuertemente la presencia
de lo sobrenatural.
Presentíamos "eso", que conmovió hasta lo
más profundo a ese hombre de una pieza que era el Padre Félix
y a tantos otros obispos, sacerdotes, seglares, que la trataron en
vida o la han conocido viva en sus hijos y en sus escritos.
"Ya ven -escribía el Padre Félix- si tenemos motivos
para llamar : Conchita Nuestra Madre"
Ella... se ha ido al cielo, hoy.
Los apostólicos vamos a la casa de su hijo D. Ignacio, en San
Ángel. ahí descansa vestida con el habito de la Cruz
y venerado por miles de personas, su cuerpo mortal, que ya empieza
a ser glorioso. Llegamos. Se nos ha dado a cada apostólico una azucena y hemos
formado valla para que, entre flores blancas y almas blancas, pase
Conchita, a quien le fue dicho: "Tus hijos serán pureza...” ahí entre la muchedumbre silenciosa que va y viene, se desliza,
como una sombra piadosa, Nuestro Padre.
También va silencioso, lleva en su interior el misterio que
solo florece en la tierra: un gran dolor y una arcana alegría.
Y el reflejo del misterio en su rostro, es la paz.
Ese mismo día, escribe un billete a Roma: "Esta mañana...
murió muy santamente Nuestra Madre... Es día de duelo
y de gloria. La sentíamos tan MADRE..."