RELACIONES
FAMILIARES
La vida religiosa de Alfonso no le impidió Ilevar una vida
normal humana, en la cual tiene gran importancia la vida familiar,
por lo que, aun a riesgo de incluir algunas repeticiones, hacemos
de su vida de familia un capitulo aparte. Su vida religiosa no le
impidió a Alfonso fomentar las relaciones con sus hermanos,
de quienes se despidió para ingresar a la Congregación
de Misioneros del Espíritu Santo en diciembre de 1917.
Como ya dijimos, la familia Pérez Larios había sido
muy numerosa: los dos esposos y once hijos, entre los cuales, Alfonso
ocupaba el cuarto lugar.
Cuando Alfonso siguió el Ilamamiento divino, ya otros miembros
de la familia se habían ausentado del hogar, la muerte había
arrebatado a los progenitores y a tres de los hijos; además,
Francisco y Ma. del Refugio habían contraído matrimonio.
Los cinco hermanos restantes vivían juntos bajo el mismo techo.
La situación económica de la familia era entonces satisfactoria
por lo que Alfonso considero que tranquilamente podía dejar
su trabajo en la tienda de ropa «La Primavera» y que no
faltaría lo necesario, pues ahí mismo trabajaban otros
tres de sus hermanos: Manuel, Agustín, y sobre todo, Leonardo,
el mayor, considerado como el jefe de la familia.
Poco después de la partida de Alfonso murió el esposo
de Ma. del Refugio sin dejar hijos, y la viuda volvió al lado
de sus hermanos.
A fines de 1926, cuando nuestro Padre Félix envió a
Alfonso a la fundación de Roma, este fué a despedirse
de sus seis hermanos, a tres de los cuales no volvería a ver
pues morirían durante su ausencia: Leonardo, quien recibió
la palma del martirio en San Joaquín, León, Gto., el
24 de abril de 1927;" otro de sus hermanos, cuyo nombre no conocemos,
que falleció el 24 de enero de 1929 y, finalmente Ma. del Refugio,
muerta el 27 de junio de 1934, poco antes de que Alfonso regresara
de Roma.
La familia Pérez Larios durante estos ocho años en que
Alfonso vivió en Roma, además de la reducción
del número de sus miembros, sufrió otros importantes
cambios debido a la revolución, a la persecución religiosa
y a las guerras que se multiplicaron en el territorio nacional. En
efecto, la situación financiera de la familia Pérez
Larios cambio totalmente, no contaban ya con las valiosas aportaciones
económicas de Leonardo, además, Manuel perdió
su trabajo y por lo que sabemos a través de la correspondencia
del Hno. Alfonso con Nuestro Padre Félix, se sostenían
únicamente con las fluctuantes ganancias que les Ilegaban por
el trabajo de Agustín.
Esta crisis afecto particularmente a las dos mujeres de la familia:
Ma. del Refugio y Guadalupe, y más a esta última después
de que Ma. del Refugio falleció.
Para Alfonso, recién Ilegado de Europa, esto constituyó
una preocupación, que el P Félix compartió con
éI y generosamente ayudo a la familia, posteriormente hicieron
lo mismo los distintos superiores de Alfonso a lo largo de su vida.
EI, por su parte, nunca se quejo de esto, ni se mostró exigente
ni desconfiado.
Veremos en este capítulo este aspecto de la vida del Hno. Alfonso
Pérez que no es conocido, pues nunca hablo de ello sino con
sus superiores.
Comenzaremos desde el viaje de Alfonso a Roma ya que no tenemos documentos
de la época anterior.
Recordemos ante todo la descripción amena que hace Alfonso
a su hermano Leonardo desde Roma el 14 de noviembre de 1926 en que
da pormenores de dicho viaje. Meses después, cuando Leonardo
murió en abril de 1927, Alfonso trato de hacerse presente a
Ma. del Refugio y a sus demás hermanos por medio de cartas
llenas de profunda visión sobrenatural de lo acaecido, con
palabras que les daban fortaleza y consuelo, como podemos leer en
el capitulo VI, «ROMA» de esta biografía en la
primera carta que les escribió así como en la segunda.
Por su
parte, el P Félix le escribía a Alfonso para darle el
pésame y le recomendaba que consolara a sus hermanos:
Muy
amado hijo: la horrible tempestad que se desencadeno sobre León
no deja todavía de arreciar. Espero que sus hermanas le habrán
escrito y que habrá tenido detalles consoladores sobre la muerte
de Leonardo. Yo quisiera saber de sus hermanas, y me van a escribir
porque encargue a nuestro amigo Zúñiga de hacerles una
visita de felicitación (mas bien que de pésame) en mi
nombre.
Es
una gloria para Ud., mi querido hijo, para toda su familia, para la
Patria Mexicana, y aun para la Iglesia entera. Lo felicito con toda
mi alma... siga escribiendo a su familia para consolarlos a todos,
pero también para felicitarlos. Los saluda muy cariñosamente
de mi parte. ¿Verdad?
Se hizo
la distribución de la «herencia» de los bienes
de Leonardo, y a Alfonso le tocaron mil pesos de aquella época;
tanto Alfonso como el P Félix fueron notificados acerca de
esto. Nuestro Padre, que comprendía con claridad el terrible
golpe que había sido para la familia Pérez Larios la
muerte del mártir» y su repercusión económica,
le escribió a "su amado hijo" Alfonso el 4 de septiembre
de 1927 esta carta en que se revelan los sentimientos y el modo de
pensar del Fundador ante la situación de los familiares de
sus religiosos y a la actitud que debería tomar la Congregación
en estos casos. Escribe el R Félix:
A
sus hermanas dígales que dispongan de los mil pesos que le
tocaron a Ud. ipobres! a Ud. Dios Nuestro Señor, con la vocación
religiosa, le dió CIENTO POR UNO: todo lo tiene: familia, casa,
alimento, vestido... EUCARISTIA, GRACIA, TODO. Y ellas, allá...
en el siglo, que tengan siquiera ese pequeño consuelo: que
le paguen a Ud. y a la Congregación con fervorosas oraciones
iPobres! yo las considero mucho. Como habrán sufrido con la
muerte de su hermano y tantas cosas!... tan luego como haya paz iré
a León, las veré para consolarlas y ayudarlas en todo
lo que pueda.
Tomo mucho interés a las pruebas que me cuenta de su familia,
en la Santa Misa voy a tener un recuerdo muy especial para cada uno
de sus hermanos y hermanas.
El
P Félix procuraba, en sus cartas, darle noticias al Hermano
acerca de su familia, de la situación política de León,
etc.: "En León, las cosas han mejorado notablemente -le
escribía el 13 de abril de 1928- en general hay buenas esperanzas
para pronto".
El Hermano no descuido sostener correspondencia epistolar con sus
familiares: les escribía con constancia, pero,... desgraciadamente
su hermana Guadalupe guardo con tanto cariño esas cartas que
cuando el Hno. Hermenegildo Pérez, M.Sp.S., le suplicó
que se las mostrara, no las pudo encontrar. Solo aparecieron una que
otra, lo que causo mucha pena a Guadalupe quien le decía al
Hermano "que eran bastantes cartas"... Tampoco el Hno. Alfonso
conservó las de su familia.
El 24 de enero de 1929, murió otro de los hermanos de Alfonso,
poco menos de dos años después del «martirio»
de Leonardo. Sabemos de eso por la carta que el Hno. Alfonso le escribió
a Nuestro Padre el 14 de abril de ese año; lástima que
no expresa en
dicha carta el nombre del difunto ya que esta es la única fuente
de nuestra information:
Le doy la noticia de la muerte de otro de mis hermanos, que murió
el 24 de enero de 1929: le suplico ruegue por el eterno descanso de
su alma. Según me dicen en la carta última, tuvo sus
últimos días muy penosos: perdió el habla, después
de dos o tres días de tos, murió por un vómito
de sangre, aunque esto último fué como una complicación
de su primera enfermedad.
Debido
a la revolución y a la persecución religiosa, así
como a la muerte de estos dos pilares de la economía familiar,
comenzó la familia Pérez Larios a tener dificultades
de distinta índole, como se deduce de las cartas de Alfonso
al R Félix:
Me escribieron mis hermanas de León, y me dicen que estan pasando
una situación muy mala, mis hermanos no trabajan en cosa fija,
por tal motivo, días hay que consiguen algo y días nada...
yo siempre les recomiendo ofrezcan todo con amor, pidiendo perdón
y misericordia.
Mis
hermanos... están en la más triste situación,
tal vez no tengan ni para poner la carta en el correo; mucho le recomiendo
un momento por sus necesidades, tanto de alma como de cuerpo.
Ya a mi hermano Manuel le quitaron el trabajo, de manera que tienen
otra vez esa pena; le suplico haga una petición por ellos para
que Dios les ayude, principalmente, que sus almas no se pierdan.