JUVENTUD EN LEON, GTO.
Alfonso conocía todos los rincones de Encarnación, Jal.,
llevaba recados, jugaba al trompo y las canicas con sus compañeros
y hacia pininos en el béisbol. Todo esto, sin faltar al colegio
para su instrucción primaria. Y el tiempo paso...
El mes de agosto de 1907, cuando Alfonso contaba 20 anos de edad,
tuvo una gran pena: Dios Nuestro Señor recogió a su
papa, Don Leonardo Pérez, y la familia, al faltar el jefe,
cambio su modo de vivir. Tuvieron que abandonar la pacifica Chona
y trasladarse a León, Gto.
Años después murió Dña. Tecla Larios,
su mama, y esto acabo de dar un nuevo giro al desarrollo de la juventud
de Alfonso. "Sus sueños se vieron rotos en corto tiempo;
había tenido el ideal del Sacerdocio, pero las circunstancias
le marcaron otro camino."
La ciudad de León, prospera, bulliciosa, caracterizada por
la fabricación de calzado y económicamente mucho mejor
que Lagos y Encarnación, abre nuevos horizontes a quienes llegan
de otras partes para establecerse en ella.
León esta formada y robustecida por muchísimas familias
jaliscienses, especialmente del rumbo llamado «Los Altos».
Van a León a buscar trabajo y a cambiar de panorama, pues la
región alteña de Jalisco es árida. La pobreza
de la región en donde han nacido esos nobles «alteños»
los hace trabajadores, constantes, fuertes, pues tienen que luchar
con la tierra para sacar el sustento. Viven, no obstante, después
que se han establecido en León, con mucha alegría y
holgura: su nivel de vida no es despreciable. Se convierten, en general,
en pequeños propietarios de sus terrenos y cada quien tiene
lo bastante para vivir con decencia: son descendientes de emigrantes
españoles, traídos en tiempo de la colonia para poblar
esas tierras y defender el centro de la nación de las incursiones
de los indígenas.
A León, pues, vino a radicarse una "muy honorable familia
de Lagos, Jal., -dice el periódico El Sol de León del
18 de agosto de 1966-, en la cual figuraban los señores Don
Leonardo y Don Alfonso Pérez, y con otros miembros de la familia
buscaron y encontraron trabajo en el comercio de la ciudad".
Continua el dicho periódico haciendo el panegírico de
Don Leonardo, el hermano mayor de la familia y mártir de Cristo
Rey; y después dice: "Don Alfonso, de cuya intachable
o, mas aun, meritísima conducta dan fe cuantas personas lo
trataron en esta ciudad, ingreso en la Comunidad de los Padres del
Espíritu Santo y se perdió para el mundo... Nadie supo
mas de el.” El trabajo que encontraron los hermanos Pérez
Larios fue como empleados al principio, y así vemos a Alfonso,
sin que le falte la alegría de su juventud, como empleado en
los grandes almacenes de ropa
«La Primavera», donde se distinguía por su laboriosidad
y cumplimiento fiel de horario.
Guadalupe, la hermana menor de Alfonso, nos dice que en dicho almacén
"trabajaban Manuel, Leonardo, Agustín y Alfonso, quien
después puso en el barrio (otra) tienda. En una ocasión
se la robaron, y le decía su hermano Manuel, al verlo tan preocupado:
‘”¿De que te apuras? No, no te apures... brazos
no nos faltan’”
Guadalupe nos cuenta como era la vida diaria de Alfonso: "Se
levantaba, iba a Misa, se desayunaba, y luego se iba a la tienda.
A mediodía comía, se estaba un rato, se iba a la tienda;
en la noche merendaba, platicaba un rato y luego se acostaba. Así
lo hacia todos los días."
Le conocía sus gustos: "Todos los días le tenia
que dar arroz de leche. No le gustaba la carne de pollo..."
Nos dice también que "le gustaba montar los caballos y
los burros..." Recuerda que " en una ocasión lo tumbo
un burro".
Respecto a su salud nos dice que "siempre era delicada, y es
que tuvo un tifo. Siempre asistió a su misa dominical a Catedral"
Margarita Villalobos, que era una muchacha muy buena de León,
nos cuenta una anécdota interesante de como Alfonso la saco
una vez a bailar: "Fue amigo y compañero de trabajo -nos
dice Margarita- de un hermano mió, y con ese motivo se juntaban
seis amigos a quienes llamábamos «La Palomilla».
Alfonso fue en cierta ocasión a una fiesta con los compañeros;
se trataba de un baile a donde yo fui con mis hermanos, claro, todo
muy decente, y fue a sacarme para bailar, creo que por cortesía...
me di cuenta desde luego de su espiritualidad, sus buenas maneras,
su trato fino, y sin explicarme, a pesar de ser yo muy joven, parecía
que no estaba allí. Así que cuando supe la resolución
que había tornado después (de irse de religioso), comprendí
que no era para el mundo, sabiendo además, de tiempo en tiempo,
de sus progresos en la virtud. Eso confirmaba mas el concepto que
tuve de el, así como también mi hermano, (según)
me dijo algunas veces, cuando andaban juntos en la Palomilla, que
lo respetaban y no contaban algunas cosas enfrente de el."
Esther Pérez de Pinedo, sobrina de Alfonso, vivió con
ellos cuando acababan de llegar de Encarnación, Jal. y todavía
vivía Doña Tecla Larios. Nos cuenta varias anécdotas:...